Emoción de caballero

      Aunque realmente todavía no sé lo que significa emocionarse, creo que pocos poemas logran emocionarme. Uno de ellos es esta demostración de fuerza de Caballero Bonald, que encadena eneasílabos e imágenes poderosas hasta removernos con la violencia sutil del sentido que se dispersa, de la ambivalencia que se opone a lo concreto y despierta nuestra resistencia. Los versos construyen una analogía que se presenta como una terra incognita y nos deja después ese resto de inquietud física e intelectual que me parece se le debe exigir a la poesía. No es una rareza en su producción, es un single. Pero qué single. Para quien no lo conozca.


*********


SOMOS EL TIEMPO QUE NOS QUEDA


Ligeramente tumefacta

pero ofrecida con codicia,

llegó la boca hasta el lindero

de la precaria intimidad.

Iban reptando las parejas

que se apiñaban en lo oscuro:

no se miraban, se sumían

en un compendio de sudores,

se convertían en secuaces

de la penumbra suspensiva.

Como un furtivo postulado

brilló el mechero de los cómplices.


'No te preocupes, no me he ido,

¿cómo iba a irme sin saber?

Somos el tiempo que nos queda'.


Y ya los cuerpos se anudaban

bajo la oscura marquesina,

sin decidir con qué argumentos

recobrarían su ansiedad.

Era una esquirla el clarinete,

un estertor de la armonía.


'Toda la noche resonando

como una sábana en tus pechos,

toda la noche entre emboscadas

buscando llaves que no abrían'.


Chorros de gritos tan vehementes

que entrechocan con los vasos

iban tiñendo de lujuria

los cortinajes y butacas.

Entre el estruendo de los rótulos

unas caderas rebullían

como impulsadas por la piel

incandescente del tambor.


'Mira qué prendas, qué proclamas

de irremediable soledad.

Habla más alto, no se escucha

más que el furor de los licores.

Todo está lleno de luciérnagas

y de insufribles fumarolas,

todo parece confiscado

por los que nunca saben nada'.


Pero la boca ya ofrecía

sus rezumantes terciopelos,

boca promiscua, saturada

de zumos ávidos y esguinces.

Está invadida de jadeos,

no se parece a las demás.

No se parece, no es mentira.


Pisando vidrios, esgrimiendo

restos de yerbas y de músicas,

llegaron nuevas avalanchas

de adormilados oficiantes.

Era la hora del suicidio

y algunos miembros de la secta

se desnudaron en la sala

con voluptuosa dejadez.


'¿Cómo evitar el simulacro,

cómo vivir sin desvivirnos?

Surcan los días por tu vientre.

Somos el tiempo que nos queda'.

Comentarios

Entradas populares